jueves, 21 de octubre de 2010

EL PILLO VÁZQUEZ

Manuel Vázquez y su peculiar forma de entender la vida sigue proporcionándonos cada día nuevas anécdotas; la última nos la trae Manuel Darias en su página Hitorieta, del  Diario de Avisos de Tenerife. Cuenta que hace ya más de tres décadas, Manolo Vázquez, con tal de trabajar lo menos posible, gastó sus ahorros en una fotocopiadora  (por entonces, invento revolucionario no al alcance de cualquiera) y tras dibujar a su personaje del momento, La Abuelita Paz, en múltiples posturas y diseñar unos cuantos fondos diferentes,  fotocopiaba una y otros, y a base de recortar y pegar, hacía sus historietas en plan estandarizado, sin lápiz ni tinta. Pero la Editorial Bruguera rechazó el invento, quedando el hombre semi arruinado y rompiendo relaciones con la empresa. Ante el temor a nuevos rechazos, Manolo se  limitó a calcar los modelos, tal como se hace (y en este blog se ha explicado en diversas ocasiones) en dibujos animados, que casi es más rápido, da los mismos resultados y en todo caso, presenta mejor aspecto.

Curiosa e interesante esta página de Darias, que además ilustra con una docena numerada de esos modelos que hizo Vázquez para La Abuelita Paz.

1 comentario:

  1. Hola, Pepe.

    Recientemente, hablando con Jordi de Amaníaco, me contó una anécdota de Vázquez que me sorprendió muchísimo:
    Estando en casa de Vázquez, éste y Jordi, durante toda la tarde y casi entrada la noche, sonó el teléfono, era la editorial de no sé qué periódico para recoger un mensajero la viñeta de Vázquez para el periódico de la mañana siguiente.
    Jordi le dijo: "bueno te dejo para que la hagas". Pero Vázquez le dijo que no, que no se preocupara. Y siguieron charlando.
    Al rato sonó el telefonillo del portal. Vázquez abrió al mensajero que momentos después entraba por la puerta de casa.
    Ahora sí que despidió formalmente a Jordi.
    "Coge algo de la nevera, una Coca Cola o una cerveza, si quieres" Es lo último que oyó Jordi a Vázquez decirle al mensajero.
    Mientras, tomó una cuartilla en blanco y dibujo una viñeta, en un pis pás.
    Al día siguiente, nada más salir de la boca del metro, Jordi corrió al primer quiosco para ver la viñeta.
    Ahí estaba.
    Y le gustó.

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