sábado, 7 de mayo de 2016


ANTONIO MACHADO / POETA

O el Duero o yo







































¡Caramba con que viene ligero de equipaje!, refunfuñó el mozo de estación de Soria cargando con todos los volúmenes publicados del Espasa Calpe. además de con las obras completas de Cervantes, Lope de Vega, Calderon, Zorrilla... Sólo son algunos libritos, le había dicho el poeta recién llegado a la estación.

Antonio Machado pisaba por primera vez la capital soriana tal día como hoy de hace ciento nueve años. Era tan de madrugada cuando el tren procedente de Madrid llegó a Soria que en la ciudad ni siquiera habían puesto las piedras de las calles, bueno, para ser más exacto, ni las piedras de la calle El Collado, que las de las demás calles, tardarían aún varios años en colocarlas. Raudo, se presentó en el Instituto a donde había obtenido plaza como catedrático de francés, y raudo se fue a ver el río Duero, que para los de tierra adentro era como ver el mar, y le gustó tanto que no hubo día en que no bajara a decirle algún piropo: que si sus aguas eran de plata, que si en sus orillas nacían blancas peonzas, que si sus álamos le flipaban volviéndole loco, que si patatín, que si patatán, hasta el punto de poner celosa a la jovencita Leonor, que había conocido en la pensión donde se hospedaba. O el Duero o yo, tuvo que amenazar la muchacha. Y Machado optó por Leonor.

Los años que siguieron una vez celebrada la boda, fueron de total felicidad para el poeta y para la joven. Machado, como casi no podía ser de otra manera, le susurraba piropos en francés, que es la lengua del amor y la que había aprendido en sus aventuras anteriores en la capital gala, y no se los decía en español porque, mal estudiante, como había sido, en el bachiller suspendió varias veces los exámenes de esta asignatura. Y ella le respondía con ese castellano cantarín que da el aire proveniente de la falda del Moncayo.

Desgraciadamente, tres años después de este idilio, Leonor murió de una tuberculosis que se le manifestó estando precisamente en tierras francesas, Tras el triste suceso, Machado, abatido de dolor, dejo Soria para cubrir plaza como profesor en el Instituto de Baeza. Atrás quedaban la tumba de Leonor y sus paseos por el Duero, los verdes alcores y las colinas plateadas, Ahora se marcharía por los cerros de la cercana Ubeda. Pero esta es otra historia diferente.

José Orcajo

(Publicado el pasado domingo en El Día de Soria).

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